Pues bueno, después de las dos emocionantes entradas de mis compañeros, me toca escribir a mí la del lunes 23, el día de vuelta.
A las 00:00 (hora peninsular), cuando ya nos estábamos yendo
cada uno a su cama, de repente comenzaron a llamar repetidamente a la
puerta de mi habitación. ¿Quién podía ser? ¿Y si pasaba algo importante?
Me levanté de la cama de un salto y fui hacia la puerta. La abrí y...
¿A que no sabéis quién era? Pues sí, señoras y señores, ¡mis compañeros de equipo habían esperado despiertos hasta la medianoche para poder felicitarme los primeros! Tras haberme dejado las orejas rojas ahora ya sí que sí nos fuimos a dormir.
¿A que no sabéis quién era? Pues sí, señoras y señores, ¡mis compañeros de equipo habían esperado despiertos hasta la medianoche para poder felicitarme los primeros! Tras haberme dejado las orejas rojas ahora ya sí que sí nos fuimos a dormir.
A las 9 de la mañana (hora de Canarias) bajamos a desayunar y ¡me tenían otra sorpresa preparada! Desde el fondo del comedor apareció Uxue con una tarta de chocolate enorme (y congelada) y me cantaron el famoso "cumpleaños feliz" seguido de una cartulina con fotos, frases y la firma de todos. El comedor entero se nos quedó mirando.
Después de desayunar, las chicas nos fuimos de compras por el centro de Tenerife y los demás se quedaron en el hotel terminando de meter todo en las maletas. A continuación nos fuimos ya con todo (que parecía que nos llevábamos Tenerife entero en la maleta) al autobús y de ahí al aeropuerto, felices como perdices.
Una vez facturadas las maletas y con algún que otro problemilla, ¿verdad Paula? La pobre casi se tiene que quedar allí porque no tenía billete reservado... fuimos a comer rápido porque el avión salía pronto y no teníamos mucho tiempo. Volamos hasta Madrid y cogimos el autobús. El magnífico chófer nos trajo el Diario de Navarra, donde pudimos leer la noticia en la que se anunciaba nuestro sexto puesto y la clasificación para Sidney. Durante el viaje por la oscura y húmeda carretera, hablamos desde cómo conseguir poner una bomba en el avión hasta del último monólogo de Dani Rovira, todo esto parando a cenar a mitad de camino. Cenamos en un bar donde... ¡se vendían gamusinos! Después de una parada para reponer fuerzas continuamos el viaje hasta el colegio, donde nos esperaban nuestros padres, orgullosos de nosotros.
Fue un viaje mucho más que inolvidable. Esperemos que en
Sidney podamos seguir disfrutando y es que ¡JUNTOS SOMOS MÁS! Y esto
cada vez lo demostramos más.
Marina Echenique