Terminado el último examen de Selectividad el viernes por la
mañana, había una cosa que no se me iba a olvidar: “A las 15:30 hay
entrenamiento”. Así pues, descansé hasta la hora de comer y para cuando me
quise dar cuenta: “¡Si son las 15:30!” Terminé el postre, cogí el casco y me
fui en bici hasta el colegio. En la calle hacía bastante sol, hay que decirlo.
Cuando llegué acalorado al sótano, los que estaban en la
sala de ordenadores me dieron la bienvenida de nuevo al equipo y los que
estaban con el robot también vinieron desde el laboratorio. Ese recibimiento me
recodó el gusto que da estar un viernes a la tarde allí.